Un hombre sindicado como el supuesto líder de las bandas narco que operan en la provincia de Corrientes, Federico Sebastián Marín, apodado “Morenita”, fue abatido este 27 de agosto en la ciudad de Itatí, mientras se hallaba prófugo.
El hombre de 38 años fue acribillado en un operativo de la Policía Federal Argentina tras un tiroteo que se desarrolló en la calle Los Benedictinos esquina Gamarra de esa localidad distante a 80 kilómetros de la Capital correntina.
Marín, era buscado desde febrero pasado, cuando escapó de una casa donde cumplía prisión domiciliaria en la provincia de Buenos Aires, al estar condenado a 12 años de detención por contrabando de estupefacientes.
La balacera en la que fue abatido fue resultante de una operación de la Policía Federal Argentina sobre la base de información referida a la posible llegada del fugitivo a la localidad donde residen sus hijos y su esposa a quienes tenía intenciones de visitar.
La vigilancia de los efectivos llegados a tierras correntinas desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, resultó en una persecusión en el barrio Don Bosco, donde está la casa de Marín y su familia.
Versiones extraoficiales indican que era las 22 cuando se dirigía hacia esa vivienda cuando fue sorprendido por un equipo de la fuerza de seguridad nacional que tenía ropa de civil. Tras escuchar la voz de alto, Marín habría intentado evadirse y se produjo un intercambio de disparos en el que resultaron heridos dos efectivos, uno con impacto de bala en la pierna y otro, en un brazo.
Cercado por los numerarios de la PFA, se negó a entregarse, recibiendo al menos 15 impactos de bala y cayó abatido.
Tras esto llegaron al lugar efectivos de la Prefectura Nacional, la Policía de la Provincia y Gendarmes para dar apoyo. También se presentaron la hija y la esposa de Marín quienes, mientras reclamaban asistencia médica, acusaban de abandono a los efectivos que intervinieron en el operativo.
Padre prófugo
La debilidad de Federico Sebastián Marín eran sus hijos. Cuando estuvo en la clandestinidad siempre se las ingeniaba para visitarlos y siempre encontraba la forma de estar en contacto con ellos.
También se escabullía entre las casas de los barrios periféricos itateños para ver a su madre, pero ella le habría pedido que ya no la visite, por seguridad.
Cuando lo atraparon en 2018, había evadido la vigilancia de las fuerzas de seguridad federales en las fronteras, de la Policía local y de la Gendarmería en los caminos aledaños al poblado al que asisten miles de devotos de la Virgen de Itatí.
Luego de haber estado cuatro años prófugo, a mediados de diciembre de aquel año, Marín llegó de noche a la casa que otrora compartía con su esposa Lourdes Alegre y sus hijos. Para entonces la mujer, quien estaba al cuidado de sus pequeños, cumplía detención domiciliaria.
Pero alguien lo vio e informó de la situación a la Gendarmería Nacional, por lo que se montó un operativo en el que fue detenido dentro de la casa. Para entregarse puso como condición que les dejen hablar con sus hijos.
“Hagan caso a su mamá, pórtense bien y no confíen en nadie. Los señores me van a llevar y voy a estar un tiempo preso. Pero voy a volver y me voy a quedar con ustedes. No voy a hacer más macanas”, prometió Marín.
En su despedida agregó: “pórtense bien. El respeto ante todo, Seba, vos sos el mayor. Yo voy a estar bien, irán a verme. Me da lástima, pero estoy bien. Seba y Agostina, estudien y háganle caso a su mamá. Maicol, portate bien y andá a la escuela. Osama jugá al fútbol, que sos capo en eso. Chicos, no confíen en nadie”.
Cumplió en parte su promesa de “no hacer macanas”.
En 2019 Marín firmó la sentencia de un juicio abreviado en el que reconoció su participación en delitos que fueron descriptos en al menos 20 expedientes. Acordó cumplir 12 años de detención.
Lo trasladaron a una Unidad Penal en la Provincia de Buenos Aires, pero en prisión había negociado declarar contra un juez y dos secretarios acusados de corrupción. A cambio, sus hijos y su esposa serían parte del programa de protección de testigos.
La familia se trasladó a aquella provincia, los alojaron en una casa, les cambiaron las identidades y les garantizaron un ingreso económico y, por buena conducta, Marín también fue beneficiado con arresto domiciliario.
Pero, en febrero de este año, violentó el acuerdo y huyó tras haber asistido a un hospital donde le diagnosticaron hemorroides. Debía regresar para que lo controlen, pero tras salir de la casa para esa consulta médica, desapareció.
En la clandestinidad nunca habría dejado de encontrar la oportunidad de ver a sus hijos. “Yo no tuve papá. No quiero que sufran como yo”, habría dicho.
Cercado
Luego de su último escape, existía una alerta nacional para su búsqueda y detención. También se lo requería en Paraguay país en el que tenía causas judiciales activas, pero donde también lo buscaban los productores de marihuana que pretendían cobrarle deudas millonarias generadas por haber perdido cargamentos de estupefacientes.
Lo que se sospechaba es que igualmente habría estado en Paraguay, refugiado con familiares y que periódicamente cruzaba la frontera.
Esa información la manejaban los efectivos de la Policía Federal Argentina quienes lograron encontrarlo.