Federico G. A. Zamudio.
A paso de tortuga las obras se concretan luego de décadas de lucha contra las oposiciones estatales o quedan encajonadas por el capricho de las autoridades.
La costanera General San Martín, con 2.500 metros de largo, es la primera de las dos mayores obras estructurales realizadas en la capital de la provincia, cuya construcción se inició en 1929 y se terminó en 1954, a lo largo de 25 años regidos por diferentes gobiernos, principalmente dictatoriales.
En 1973 se terminó de erigir la segunda edificación de importancia, el puente General Belgrano, cuyos trabajos de apuntalamiento comenzaron en 1968, para unir -al fin- el noroeste de la mesopotamia con la provincia de Chaco.
En ese orden, pasaron 44 años hasta que decidieron retocar la avenida de la costa (llamada en su momento: “la obra del siglo”), cuyos trabajos de ampliación comenzaron en 1998 y continuaron a los saltos hasta su finalización 10 años después, en 2008, cuando le dieron el nombre de Juan Pablo II a 900 metros de extensión vial.
Como corolario de este recorrido, vale agregar que desde 1992 comenzaron a estudiar el beneficio de un segundo puente y el aumento de la extensión de la costanera (ésta recorrería toda la costa norte hasta el aeropuerto), pero que (¡vaya sorpresa!) solo quedaron anotados en papel.
Desde allí los proyectos de desarrollo de infraestructuras geopolíticas han dormido -principalmente- en brazos de los golpes institucionales, de la dictadura y de unos gobiernos democráticos, pese a los emprendimientos publicados por algunas autoridades de la provincia, como Raúl Rolando Romero Feris, líder político poseedor de un extraordinario carisma, quien tuvo buenas intenciones que se vieron amputadas por una intervención en 1999, la del Gobierno de De la Rúa, a partir del cual continuó el enquistamiento de la derecha (rozando la ultra) en la capital de Corrientes, perpetuada principalmente por yerros y malas decisiones de la oposición.
La costanera norte y el segundo puente son obras que no solo producirían un ordenamiento en la circulación vehicular, aparte de otorgar una belleza estética se constituirían en medios para el ingreso de divisas, el mejoramiento de los asentamientos ribereños y la extensión de las zonas habitables, con una mayor afluencia turística y comercial, pero son beneficios sociopolíticos que aparentemente están lejos de la mira de los últimos mandatarios de la provincia, cuyos únicos deseos son lograr un salto en su carrera en desmedro de la ciudadanía.
Siguiendo ese modo de conducta, envuelto en un “caprichismo” político, ECO-Cambiemos en Corrientes ha rechazado sistemáticamente los ofrecimientos nacionales o de líneas de pensamiento distintos y, contradictoriamente, acusó de abandono al Gobierno justicialista, desechó fondos extranjeros conseguidos por Alberto Fernández y despilfarró los que ingresaron a las arcas ministeriales.
Asimismo, vale mencionar que con este último gobierno nacional se ha logrado instalar una serie de proyectos nuevos y la continuidad de los viejos que estaban cajoneados, entre los que se encuentran el segundo puente, la hidrovía y -actualmente- el llamado a licitación para el dragado del canal de Magdalena en el puerto de Ensenada, este último conseguido tras años de lucha de los movimientos sociales, campesinos, sindicalistas y agrupaciones políticas como el movimiento Octubres y el Peronismo de la Soberanía.