El asesinato del sargento de la Gendarmería Nacional Argentina, Jorge Burquet está envuelto en un halo de misterio marcado por signos de un crimen mafioso.
El numerario había sido secuestrado, torturado y asesinado en la localidad correntina de General Alvear, a unos 450 kilómetros al Este de la Capital provincial, poblado de 2.000 habitantes ubicado a la vera del río Uruguay, en el límite con la República Federativa de Brasil.
La causa de muerte fue producto de la cantidad de sangre que perdió al ser apuñalado, aunque también recibió un tiro mientras estaba cautivo en un stud ubicado en una chacra -paradójicamente- frente a la Escuela N° 602 “Gendarmería Nacional”, a dos cuadras de las dependencias de esa fuerza de seguridad.
Ese lugar es rentado a quienes poseen equinos que compiten en las carreras cuadreras de la zona, aunque ya no en Alvear porque la vegetación copó el sitio abandonado donde otrora funcionaba el club hípico.
Reunión sangrienta
El gendarme Jorge Burquet nació en Formosa y fue puesto en funciones en la fuerza el 20 de agosto de 2002. Hacía cuatro años fue destinado a la localidad correntina de General Alvear, donde cumplía servicios en la dependencia ubicada en el triángulo que dibujan la calle Perú, la Ruta Provincial 36 y la Ruta Nacional 14, aunque desde el 24 de febrero no se presentaba porque se hallaba en tratamiento médico. Otra versión indica que pidió licencia al saberse investigado por sus exorbitantes gastos y posesiones de alto valor.
En el pueblo se lo conocía por su afición a las apuestas, principalmente a las carreras cuadreras, en las que invertía importantes sumas ya que poseía caballos valuados entre $600.000 y $1.500.000.
Por eso no fue extraño verlo llegar el sábado 8 de abril, cerca de las 20, al stud que los alvearenses llaman el “club hípico”. El lugar es rentado a quienes poseen equinos de carrera que los confían a “Toco” Klug, un cuidador que, además, ocupa una vivienda en el mismo predio.
Esa noche, Burquet llegó a esa casa, en un automóvil, acompañado por un pariente. Estaban allí al menos cuatro hombres, entre ellos “Toco”. Pero, cuando el gendarme entró a la casa, uno de ellos -que presuntamente estaba armado- salió, fue hasta el auto y se quedó junto al conductor para obligarlo a quedarse.
Pocos minutos después comenzó una discusión en la construcción rústica de madera y ladrillos. Durante al menos una hora se escucharon gritos, ruido de pelea y un disparo.
Era cerca de las 21 cuando sonó el estampido. El desconocido que cuidaba al pariente del gendarme corrió a ver lo que ocurría, lo que fue aprovechado por el conductor para escapar.
Condujo hacia la Ruta Nacional 14 y llegó a la Sección de la Gendarmería Nacional donde, tras denunciar el hecho, pidió ayuda.
Una camioneta verde con balizas azules partió desde la dependencia de la GNA, rauda.
“Personal de la Gendarmería Nacional se dirigió al lugar observando que de la parte trasera de la casa, ubicada en el predio, salió caminando el sargento Burquet pidiendo auxilio, con una venda en los ojos, atado de manos y con sangre en el sector del abdomen izquierdo, aparentemente producto de una herida con arma blanca”, indica el parte oficial de la fuerza de seguridad nacional. Y aclara que cuando arribaron al lugar, ya no había nadie.
Los uniformados trasladaron al herido directamente al hospital de la ciudad de Santo Tomé, a unos 86 kilómetros al Norte y en el camino pudo identificar a quien lo apuñaló: “Toco” Klug. Agregó que no conocía a los otros tres, pero que hablaban en portugués e infirió que serían brasileros. Luego se desvaneció por la cantidad de sangre derramada.
Ya en el Hospital “Miguel Sussini”, los galenos intentaron reanimarlo, le transfundieron sangre, pero fue imposible frenar la hemorragia del corte de 15 centímetros de su costado izquierdo y de la herida que dejaba ver los huesos destrozados de la muñeca derecha, aparentemente por una bala que sería calibre 9 milímetros, la misma que usan los gendarmes.
El acta de defunción indica que el sargento de Gendarmería Nacional, dejó de vivir a las 23.15.
Deuda fatal
Una de las cuestiones que se trata de establecer es si el gendarme llegó al lugar tras un llamado de sus captores o si, por lo contrario, irrumpió en el lugar de manera intempestiva para aclarar desavenencias por deudas de dinero.
Quienes investigan el hecho tienen un cúmulo de indicios, pero pocos testimonios. Es que los vecinos de la zona advirtieron lo que pasaba, pero se encerraron y los pocos que habían estado en la calle huyeron, a sabiendas de la violencia que acarrean las cuestiones de apuestas.
Para los investigadores la cuestión de las llamadas no es un dato menor, porque daría fuerza a una de las tres líneas de investigación que se maneja.
Según trascendió, una de las teorías que estudia el fiscal de la causa, Facundo Cabral, titular de la Unidad Fiscal de Investigaciones de Santo Tomé, es que Burquet haya tenido una deuda con “Toco” Klug, quien cuidaba de sus caballos de carrera “Don Coco”, “Don Coco” y “JM”.
Ante los reclamos de pago y tras las carreras que habían ganado los animales, el petisero habría decidido “confiscar” los cuadrúpedos que deberían haber competido el domingo de Pascuas, hasta tanto se saldara la deuda.
Esto pudo haber causado el enojo del propietario los equinos ya que la corrida sería especial, ya que llegaron desde su tierra natal sus hermanos y familiares para ver correr a los animales en ese día festivo.
Es por ello que, ante la situación, llegó al lugar para “poner en vereda” al cuidador, con la suerte que en el momento se hallaba acompañado por quienes luego lo torturaron e hirieron por no abonar lo convenido.
Una segunda posibilidad es que un grupo de prestamistas extranjeros se presentó en el lugar donde se hallan los caballos con intenciones de cobrar lo que otorgaron al dueño de estos animales, con una promesa de pago al cuidador. Pero, ante la negativa de pago, lo ajusticiaron.
La tercera hipótesis es más compleja. Plantea la posibilidad que los captores pidieron a Burquet a que se acerque al stud a fin de dialogar respecto de un negocio vinculado con el contrabando de soja a Brasil.
Esto implicaría que el uniformado de la fuerza de seguridad pudo haber formado parte de un complejo sistema de corrupción destinado a dar protección a organizaciones criminales transnacionales.
A cambio de garantizar la circulación de la mercadería ilegal por las rutas, los uniformados involucrados recibirían una fuerte suma de dinero. Según investigaciones realizadas en causas federales, el canon que se paga para cruzar sin problemas los controles carreteros es de U$S 200 por cada camión.
La sospecha es que el asesinato del gendarme se debió a que los camiones y sus cargas fueron secuestrados, pese a haberse abonado la coima, o bien, que el dinero no fue convenientemente repartido.
Esto toma fuerza cada vez que los investigadores toman en cuenta que los captores dispararon en la mano a la víctima, como un mensaje para quienes se quedan con dinero sin cumplir el trato y porque los sospechosos serían oriundos de Brasil, los dueños de la soja presuntamente perdida.
Esta línea investigativa sería abordada también por la Justicia Federal que tiene al menos unos 90 expedientes por contrabando de soja iniciados por procedimientos de incautaciones en la Ruta Nacional 14.
