Negar la realidad no es una opción, detrás de cada acierto hay uno o más yerros cometidos y el camino de la verdad solo se recorre con la unidad popular.

En 1933 los nazis perfeccionaron la propaganda desinformativa, la cual fue evolucionando con los años y, finalizado el segundo conflicto bélico mundial, fue utilizada durante la época de la guerra fría, cuando siguió lanzando beneficios oportunistas hasta nuestros días, manejada por los bandos en disputa. Una conducta clásica de esta maniobra es el “fascismo histriónico”.
La mencionada actitud se puede observar en abundancia en la era de la tecnología informática, la cual tiene tanto poder como para convencer a las masas de que las cosas más ridículas son ciertas.

Atisbos de esas manifestaciones se pueden observar ya desde los inicios de la radio, cuando fue usada por un joven actor, llamado Orson Welles, quien transmitió por la emisora Columbia Broadcasting System (CBS) una invasión de los marcianos a la tierra, causando pánico en la población estadounidense y también lanzándolo a la fama. El hecho de salir al aire relatando en primera persona la obra de H. G. Wells -La guerra de los mundos- fue sin duda demasiado creíble para los que 20 años más tarde sufrirían la misma desinformación por parte del macartismo, con las conocidas y catastróficas consecuencias.
En ese orden, la propaganda desinformativa y el fascismo histriónico son armas usadas con la misma finalidad, captar personas de escasos recursos mentales para aterrorizarlas y ponerlas en un bando determinado.

Este accionar se ve cotidianamente cuando los medios de difusión serios utilizan el amarillismo y dan a conocer informaciones alteradas y hechos que nunca ocurrieron (se suele definir como mentiras), como el fracaso de planes económicos que todavía no se implementaron o que la caída al precipicio es inminente si se aplica tal o cual acción de gobierno (dando muestras de una gran capacidad de futurólogos).
Asimismo, otras muestras claras de la influencia del nazismo en la suspicacia política es destacar el fracaso de una gestión que aún no terminó (manifestando de nuevo poderes de clarividente), y declarar al país o la provincia en bancarrota (cuando todavía existen herramientas para evitarlo).

Sin dudas merecen un párrafo aparte los que viven de la divulgación de inventadas teorías conspirativas, como por ejemplo aquellos que resaltan que la población está siendo usada para realizar experimentos con las vacunas contra el covid-19 (u otra), que estas contienen chips para determinadas pruebas biológicas, que en realidad matan a la gente o simplemente que no sirven.
Vale aclarar, que a pesar de apilarse en el sistema desestabilizador, puede que entre ellos haya personas que crean realmente algo de esto, y que solo fueron convencidas por los mentirosos harto mencionados.
La crisis global del capitalismo vuelve más agresivos a los sectores oligárquicos que usan estás técnicas de convencimiento, a punto tal de que la sobreviviente corriente neoliberal recurre al uso de armas pseudojudiciales para intentar golpes de Estado legales -como lo ocurrido con el intendente de Mercedes, Diego Caram-, ya que no puede atender a la vieja costumbre de solicitar en los cuarteles una deposición por vía militar, en estos tiempos de democracia afianzada.

Mientras tanto, los promotores de la desinformación continúan con su carrera de desestabilización y lavado de cerebros, representada por los memes, aparentes chistes e imágenes superpuestas, que usan parte de la realidad y la historia para poner un torcido argumento en vigencia, pero que en realidad buscan aumentar el número de adeptos a su causa, sin importar el uso y la proliferación de mentes simples.