El único testigo que vio con vida a Lautaro Rosé antes que el agua se lo llevara, asediado por policías, declaró ante la Justicia y ratificó todo lo que había contado en noviembre, cuando su amigo de 21 años fue encontrado muerto en el río Paraná, en Corrientes.
La declaración del muchacho de 16 años habría confirmado la participación de al menos 11 efectivos de la Policía de Corrientes en los hechos que derivaron en el fallecimiento de aquel muchacho, la privación de la libertad ilegítima del testigo y las maniobras para ocultar los hechos.
El adolescente ratificó que “los policías tiraban mientras Lautaro pedía auxilio en el agua. Pidió auxilio y le dispararon”.
Agregó que Lautaro Rosé, casi sumergido gritaba: “no sé nadar”, pero en lugar de socorrerlo, los uniformados “lo alumbraban y disparaban”.
Luego, retuvieron al menor, lo fotografiaron y le dieron una paliza, para abandonarlo luego frente a la Comisaría 12°, sin notificar de su detención.
“Dijeron que me iban a matar si contaba lo que pasó”, declaró el menor.
El abogado Hermindo González, representante de la familia de Lautaro Rosé, sostuvo que la declaración del testigo presencial es clave en el caso.
Resaltó que, según los datos incorporados a la causa, “no queda duda que estamos ante los delitos denunciados -privación ilegítima de la libertad, vejaciones y homicidio-; esto despeja todo tipo de dudas. Ahora solo queda resolver la situación procesal de los imputados” remarcó.
Pero alertó que los once sospechosos están libres, en actividad, por lo que se pone en riesgo no sólo la integridad física del testigo, de los familiares del joven fallecido, sino que también el proceso judicial.
El profesional del Derecho sostuvo que “existe peligro de fuga, está latente esta posibilidad, por eso hay que detenerlos preventivamente. A esta altura es incomprensible que no tengamos un encierro preventivo”, cuestionó.
Lautaro Alexander Rosé tenía 18 años, iba a cuarto año de la secundaria, era de Boca, jugaba al fútbol e iba a ser el primero de su familia en continuar sus estudios, probablemente en la Marina Mercante. Además, colaboraba en el merendero de su barrio Abuela Rosario, del Frente Popular Darío Santillán-Corriente Nacional, donde era puntual a la hora de hacer el fuego o preparar tortas fritas para los pibes y pibas que concurrían.
La noche del domingo 7 había ido a pasar el rato a la Costanera sur, un sector donde los correntinos buscan el fresco de la orilla del Paraná.
Esas playas antes públicas, están privatizadas en un entramado orquestado por el intendente Eduardo Tassano, un grupo empresario amigo y el Gobierno provincial.
Allí se instalaron boliches en la arena, y son frecuentes las corridas porque tanto la policía como custodios privados “sacan a los pobres para que entren los ricos”, como afirman los vecinos del cercano barrio Trujillo.
Esa trampa mortal se cobró la vida de Lautaro, tal como sucedió en 2014 con Mariano Barrientos, que desapareció tras una razzia y apareció sin vida diez días más tarde en el mismo lugar que Lautaro.
