Fotografía y Texto: Marciano Bolten Núñez
Es difícil digerir la falta de servicios esenciales en una provincia que las genera de manera desproporcionada. La luz desde la Entidad Binacional Yacyretá y el agua, siendo la provincia del territorio nacional con la reserva de agua más grande del continente.
Es difícil subsanar décadas de mala administración, desfinanciamiento y corrupción. Del precio excesivo de las boletas de Aguas de Corrientes y de la Dpec, y del incumplimiento desproporcionado del servicio.
Medio centenar de personas se presentaron en la entrada de las oficinas de la Dpec de Curuzú Cuatiá, donde supo ser la vieja usina, hoy transformada en vestigios de chapas y herrumbres. Horas esperando para ser atendidos por el ingeniero Méndez, quién preside la Dpec desde hace una década, empresa de energía ex propiedad del estado provincial privatizada en los noventa e intervenida por la misma provincia en la actualidad.
Hizo esperar a los manifestantes un buen tiempo, porque exigía respeto y porque no iba a tolerar agresiones verbales y menos físicas… Había un excesivo cordón policial que lo resguardaba y el grupo de personas sólo esperaba respuestas con cánticos sencillos y su clara renuncia. Al tiempo salió, escuchó a todos los que se pronunciaron y se excusó, y a modo de clase de primaria todos levantaban la mano para hablar. Se escuchó por ahí: “Té de yuyo, no sirve para nada este hombre”.
Poco a poco todos fueron reclamando casi sin esperanza, ya que no avizoró solución a los problemas que forman parte de una problemática estructural: el feudo correntino. En un pasaje de su discurso cuenta que el pueblo tiene trece mil usuarios y que se recauda veinte millones mensuales. Al rato, un joven manifestante le pregunta: “Disculpe ingeniero, le pregunto, ¿usted nos cree ignorantes? a lo que atónito le responde claramente: “No”, retrucándole: “Si recauda 20 millones al mes, son 240 millones anuales, ¿Dónde está esa plata? ¿Qué hicieron? ¿En qué invirtieron?”.
La mañana se alternó entre nubes y la pesadez de la humedad. Los aplausos discontinuos para apurar la salida del funcionario, los gritos semi ahogados y solitarios de los manifestantes, y las pancartas que parecían no surtir el efecto buscado: respuestas y acción.
Pero valió la espera, salió aunque no fuese para atajarse de la catarata de reclamos. Y los manifestantes comprender que las medidas a tomar tienen que ser más contundentes para ser escuchados. Cuando no sos una megacapital, los márgenes reciben las migajas de la administración provincial que visita, como ayer, para mostrar sus espejitos de colores discursivos.
“Tengo una madre anciana con ACV, expliquemé como hago para sostenerla con los calores y sin ni siquiera darle agua fría, porque todos en el barrio no tenemos luz ni agua.”
“Venimos de la primera sección chacras Vaca Cuá, semanas sin luz, tenemos hijos, ancianos, nosotros, explíqueme como haría ud. para vivir así”.
“Tengo un kiosquito en el barrio Santa Rosa, diez mil me viene de factura. Cómo hago para reponer la mercadería perdida, cómo sostengo semejante costo si ni siquiera tengo el servicio”.
“¡No mienta señor! desde anoche no tenemos luz en el barrio Las Flores”, dijo una mujer que hacía unos minutos se acercó rápidamente en moto.
“Acá le traigo este documento, donde expresa que mi hija es discapacitada y electrodependiente. Días, tardes, semanas sin luz. ¿Ud. se hace cargo del sufrimiento?”
“Los muchachos que trabajan no dan a basto. ¿Por qué no reclama más cuadrillas? Porque ellos son los que se aguantan nuestros descargos”.
Un hombre sostenía fuertemente una arrugada boleta de luz mientras hacía números escuchando los reclamos. Un gurí pintando parsimoniosamente el frente de la desvencijada oficina de energía, como si la manifestación, el cordón policial y la muchedumbre no existieran. Un padre de familia, con la visera de su gorra tapándole la mirada, espera en la puerta de la oficina con papeles en mano para ingresar y hacer su reclamo, lejos de los manifestantes, tal vez por “miedo a quedar pegado”, desde hacía cinco días que no tenía luz.
Un ex secretario de luz y fuerza, que llegó en un auto negro de gran porte a contar a los cercanos que “los que vinieron ayer de Corrientes -conferencia de prensa con el interventor provincial de la luz y funcionarios públicos- son todos unos mentirosos, este tipo… pobre, quedó en el medio -por el ingeniero-“.
Un hombre mayor en bicicleta se acercó desde Villa Dolores a acompañar el reclamo, él no tuvo problemas graves con la luz, pero sí le duele que el poste que cayó sobre su casa, y que durante dos años no lo escucharon, lo arregló él con sus herramientas y sus pocos pesos, vino una concesionaria de autos y a la semana lo cambiaron, llevándose lo que él puso y tanto le costó. “Porque somos pobres, por eso nos hacen esto”, declaró.
Las mujeres con labios mordidos para no putear y mandar todo a la mierda le reclaman a escupitajos uno a uno sus padecimientos. Una mujer ofuscada queriendo pasar con su auto a toda costa y que se corran todos -en este pueblo das vuelta a la manzana y llegas igual-, no la dejaron pasar. Las manos levantadas para pedir la palabra. Una mujer preguntó: “¿Qué hago con lo que se me quemó, que hace con los que no pagan, que hago con las cuotas pagadas pero sin servicio?”, se fue re caliente. Un viejo entre los manifestantes trató de calmar a todos para que el ingeniero no se ofendiera.
Subo una historia a Instagram y de los tres primeros que lo ven se encuentra la misma Dpec… al ratito publicó las obras que están llevando adelante.
Un transportista de Paso de los Libres espera la grúa para bajar los postes de luz, por casualidad o por causalidad aparecen en la esquina como fondo de boutique, pa’ que quede lindo. De golpe se escucha entre varias voces como corridillo que se amplificó: “Dónde está el viceintendente, que dijo iba a venir a acompañar, los concejales que estuvieron en la conferencia y que iban a venir, la oposición dónde está?”… Y mi familia entre los manifestantes, reclamando al pie del cañón…
Alrededor, el pueblo con su frenesí de proto ciudad sigue el ritmo cotidiano. El corralón de la media cuadra descarga cemento sin parar desde un camión, la gente en las calles paralelas frena, mira y sigue con su gesto de: “qué barbaridad”.
El sol, lo gris del día, llego a casa y sin presión en el agua hasta nuevo aviso.