Federico G. A. Zamudio.
Desde el año 2018 es un municipio que mantiene una intervención estatal, primero a cargo de Roberto Acheriteguy, y luego, a causa del fallecimiento de este último, de Dante Gustavo Romero.
La localidad, municipio y estación de ferrocarril, situada en el departamento de Curuzú Cuatiá -administrado por la alianza que dirige la provincia- y cuya fiesta tradicional es la de la esquila, según el último censo tiene una población menor a 500 habitantes, pero carece de autoridades nombradas democráticamente, lo cual tiene el beneplácito del gobernador de la provincia.
La creación de una comuna de esas características debería haber sido justificada de manera precisa, y no solo por creer que el municipio cabecera no puede satisfacer las necesidades de casi medio millar de personas, tal cual lo confesó el intendente curuzucuateño José Irigoyen cuando avaló la sancionada ley 6489 que convertía al paraje en comuna, reconociendo de forma solapada la ineptitud para gobernar la totalidad del departamento.
Son 4 los parajes que constituyen al flamante municipio: Cazadores Correntinos, Espinillo, Pairirí y Basualdo, y -aparentemente- constituían una enorme dificultad de ser atendidos correctamente por el jefe de la comuna departamental, que solo gobierna poco más de 44 mil habitantes en una superficie de 8.205 kilómetros cuadrados.
De esta manera, basta esperar la conveniencia oficial para permitir que la democracia llegue a esta pequeña parte de Corrientes, y se manifieste en los hechos tantas incumplidas menciones sobre federalismo.