Federico G. A. Zamudio.
La capital de Corrientes promedia casi la mitad de los contagios totales que aparecen en toda la provincia.
Desde que existen las escuelas las infestaciones de piojos, que producen la pediculosis, ocurren con regularidad, y lo que hace varias décadas representaba el 80 por ciento de los contagios, en la actualidad se habla del 30%, en algunos casos mucho menos. Desde el uso de grasa de carro hasta los modernos pediculicidas han pasado centenares de años, y lo cierto es que no se consigue erradicar esta parasitosis, que es ocasionada por un simple insecto, el cual es de fácil eliminación y no causa mortandad, la cual podría ocurrir luego de mucho tiempo, según las condiciones físicas del paciente.
Si lo anteponen a un virus, como el covid-19, no tendría punto de comparación, ya que esta virosis se contagia 80 veces más rápido, produce deterioro físico y deja secuelas en el 100% de las veces, causando una mortalidad de 2 de cada 100 enfermos en condiciones normales -lo cual puede ocurrir en menos de dos semanas-, y en los casos con enfermedades subyacentes (por lo general) la cantidad de decesos aumenta considerablemente, casi el 11 por ciento.
Esto último ha sido dicho y escuchado centenares de veces desde que comenzó la pandemia, además de las consabidas recomendaciones de que hay que mantener la higiene y las medidas sanitarias para disminuir los riesgos de contagio, esto es: uso de barbijo, la distancia social, lavarse las manos con alcohol, etc.
Ahora, ¿qué significan estas recomendaciones? La respuesta es muy simple, todavía no hemos vencido al coronavirus y podemos enfermar en cualquier momento, sabiendo que al estar vacunados solo tenemos más probabilidades de sobrevivir. El riesgo de enfermar y morir está latente, el hospital de campaña sigue teniendo pacientes y algunos sin esperanza de recuperación, todavía hay fallecimientos y contagios, principalmente en la capital correntina.
Pero el mayor peligro no pasa por la población descuidada, sino por las autoridades que dejen de controlar y flexibilicen sin criterio las medidas protocolares, anteponiendo sus necesidades proselitistas a las de la salud de la comunidad, o que den opiniones que puedan convencer a la gente de cometer equivocaciones poniendo su vida en peligro, como la ministra de Educación de Corrientes, Susana Benítez, cuando manifestó por enésima vez con fines netamente políticos: “Siempre hemos sostenido que las escuelas no eran lugares de contagio”, haciendo un alarde de su inmenso desconocimiento de medicina y de epidemiología.