Una ausencia mayor al 32% en las Paso -consideradas por muchos un gasto innecesario y una pérdida de tiempo- es un claro llamado de atención para el oficialismo y la oposición.
Cuando todavía se palpan en la Argentina las sensaciones dejadas por los últimos comicios, no se puede dejar de notar que estamos ante una gestión gubernamental desprovista de precedentes, que se desarrolla empapada de muertes por el covid-19 y llena de los sacrificios que redundaron en el cercano triunfo del sistema de salud sobre la enfermedad; habida cuenta de que esta circunstancia condiciona a la economía y no permite mejoras sustanciales, y que es una condición histórica en los anales ejecutivos, por lo que debe ser juzgada objetivamente por la masa popular, dejando de lado las banderías políticas y las pretensiones egoístas.
¿Podremos salir de esta crisis económica durante la pandemia, detener la inflación en estas condiciones y mejorar radicalmente el poder adquisitivo? Son preguntas que solo tienen una respuesta, y es: no. Algo que no cambiaría ni siquiera si las brujas de Salem, Merlín, Harry Houdini, David Copperfield, Fierita Catalano y Fantasio combinaran destrezas y buscaran aplicar una solución mágica.
Dejarse llevar por los discursos que prometen un cambio económico -imposible de realizar por el momento- sería confirmar un lamentable grado de inmadurez en los votantes, algo que dejaría a la sociedad varada en pleno camino del proyecto de gobierno y solo deja paso a la ida cuesta abajo, hecho que ya ocurrió y del cual no es posible salir hasta que no estén dadas las condiciones de salubridad correspondientes.
En teoría, durante el acontecimiento eleccionario se supone que el pueblo -con su voto- manifiesta su inconformismo o su contento por lo realizado en la gestión de gobierno, permitiendo el cambio o la continuidad de las figuras políticas, pero cuando el proselitismo muestra la imagen de los candidatos pujando por el triunfo a toda costa, y si las fuerzas partidarias solo buscan ganar para obtener su cuota de poder, sin importar el bienestar popular y apuntando a la destrucción de las estructuras sociales, el camino de la democracia se dirige directamente hacia el totalitarismo, pilar indiscutible del fascismo.
Como dato curioso, la competencia política siempre tuvo puntos de coincidencia con una batalla deportiva, antes de la cual primero se promociona a los contendientes, luego los adversarios buscan la victoria pensando en el rédito económico y en ser los triunfadores, para beneficio propio y de sus simpatizantes; y cuando finaliza la contienda se plantean dudas sobre la integridad de las autoridades y el comportamiento de los participantes. Y por último, las hinchadas, abucheando y gritando una contra otra dan una imagen que puede ser comparada con las manifestaciones post y preelectorales, donde unos piden que los dejen gobernar y otros afirman ser la solución y el cambio.
Federico G. A. Zamudio