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A los tironeos entre los asesinos seriales del idioma y los pasivos espectadores de su destrucción

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Federico G. A. Zamudio.

¿Cómo se lucha contra la difusión de los errores semánticos causados por quienes no deben equivocarse?

En este sentido, forman una asociación cultural casi imposible de derribar los comunicadores que se despachan porfiadamente con el uso de términos incorrectos, o provenientes de otros idiomas, y los docentes que los repiten en las aulas.

Entre las palabras foráneas hay muchísimos términos, algunos institucionalizados, como: bistec (beef steak), cóctel (cocktail), suéter (sweater), champú (shampoo), sándwich o sánguche (sandwich), y decenas más, y otros que todavía dan pie a la confusión, como evento (evento).

De esta manera, afectando a la evolución del idioma, se ve trastocado el propio lenguaje, alterando su estructura y desestabilizando las bases del idioma, a veces poniendo género donde no lo hay y diversificando donde no se debe, y dejando como último recurso a los amantes del castellano el uso de la plegaria (para los creyentes), o aprender a usar los tamboriles africanos para comunicarnos con el famoso tam tam.

En ese orden, y tratando de desentrañar -por alguna parte- la complejidad de la distorsión, es dable iniciar por los traspiés que se dan en la utilización de algunas preposiciones, que ha dado lugar a que en la actualidad se editaran infinidad de capítulos, innumerables artículos y hasta algunos libros que tratan sobre los nuevos y los malos usos.

Para comenzar a dilucidar el embrollo hay que conocer algunos verbos que necesitan la preposición para completar su significado, y los que los usan deben aprender a utilizarlos.

A fin de comprender el grado de equivocación no hay nada mejor que utilizar las frases que se escuchan diariamente de los periodistas, principalmente los deportivos. Por ejemplo: “Estamos esperando por los equipos”, incorrecta desde todo punto de vista con ese verbo; la forma correcta -determina qué están haciendo- es: “Estamos esperando a los equipos”. Es de destacar, que proviene de la forma antigua: a por, en la cual la primera quedó -por el uso y las costumbres, buenas o malas- y la segunda no.

Asimismo, la frase mencionada puede verse modificada así: “Estamos esperando los equipos”, donde se manifiesta la esperanza de que eso pase.

Otras preposiciones se pueden ver en 3 ejemplos más, pero en la misma frase: “Boca juega con River”, “Boca juega ante River” o “Boca juega frente (adverbio) a River”; la primera indica que hacen algo juntos (el ejemplo del gato y el ratón: uno juega con otro), la segunda que uno está delante del otro -como al mirar televisión: frente o ante la pantalla-, desechadas todas, la forma correctas es: “Boca juega contra River”, que es lo que implica todo acontecimiento deportivo: el enfrentamiento, sea contra uno mismo o (usualmente) enfrentando a alguien.

Con respecto a por, puede reemplazar a la preposición “a” y a algunos verbos, por ejemplo: traer o buscar;así tenemos: “Van por buen camino”, “Voy por el dinero”, “Fueron por droga”, “Vinieron por ropa”, “Van por conocimiento”, etc.

Ahora bien, estos son algunos de los yerros, que están instalados y en algunos casos son consentidos por los mismos que estudian el idioma, pero ¿por dónde empezar a remontar la corriente antes de que caigamos por la catarata y retornemos a la comunicación criptográfica o al habla telegráfico? ¿Serviría estudiar sus motivaciones: la pereza lingüística, el facilismo semántico, la ignorancia y (en algunos casos) la obstinación, que pueden ser las causas de que tales aberraciones del lenguaje se mantengan y se consoliden?

Preguntas que deberían ser respondidas cuanto antes, para empezar a solucionar lo que dista mucho de ser solucionado.

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