Desde los incomprensibles hechos en los cuales algunos individuos son hallados en plena faena y poco después liberados, hasta los encuentros entre matreros y policías donde estos últimos son avasallados y deben huir o esconderse.
Las denuncias realizadas por los productores ganaderos en la zona de la costa del río Uruguay -principalmente en Alvear- se pierden en el tiempo y juntan polvo en los cajones policiales, a pesar de que en raras ocasiones se producen detenciones que son publicadas con toda la fanfarria de las noticias proselitistas intrascendentes, o se recuperan animales que fueron robados, algunos muertos y en partes. El abigeato ya no es un hecho fortuito en el que el perpetrador lo realizaba para proveer carne a su propia carnicería o para saciar el hambre de su familia, sino que se desarrolla gracias a una maquinaria delictiva bien aceitada y con un accionar impune hasta el momento.
Se han encontrado campos preparados para alojar animales que serán trasladados a sus puntos de venta ilegal, predios con infraestructura rural, caminos y corrales en espléndidas condiciones, pero no trascienden los nombres de los propietarios de esos terrenos -si es que los tienen- ni si las instalaciones se mantienen o si son derribadas por los mandos policiales.
Por otro lado, los reportes de cuatrerismo inundaban las páginas de los medios informativos, principalmente desde 2018, hasta que en 2020 se realizó un “megaoperativo” en Alvear, del cual no se han informado apropiadamente los avances judiciales. Las pantallas que se utilizan para impedir el reflejo del insuficiente accionar judicial en la lucha contra el cuatrerismo son variadas, y ponen en duda hasta la honestidad de quienes deben llevar tranquilidad a los productores perjudicados. Los ejemplos son disímiles y podrían llenar una biblioteca, por ejemplo: insertar la sospecha de que los cuatreros son de otro país, cambiar a un jefe del Priar o a un fiscal para calmar las aguas, “encontrar” carne faenada -representado una fracción de lo carneado-, hallar animales en algún desconocido campo o detener a automovilistas que transportan carne de origen dudoso. Sin contar la cantidad de veces que las fuerzas policiales se baten a tiros con los delincuentes de turno (hallados en pleno trabajo de faena), donde rara vez alguien sale herido o es arrestado y los uniformados siempre llevan las de perder, a causa de que tristemente están muy mal provistos de armamento o se ven superados en número. Con este último hecho no se sabría distinguir ente la ineficiencia y la corrupción.
En esta línea, el Estado provincial se ha visto embarrado en el lodo de la sospecha, destacando a algunos agentes solo por cumplir su trabajo y -aparentemente- ha encubierto a algún ex miembro del congreso provincial que protegía a ciertos delincuentes confesos; como el caso ocurrido en Alvear, donde atraparon a un conocido cuatrero, en cuyo poder hallaron carne y elementos inculpatorios, luego allanaron su domicilio y obtuvieron más evidencias de sus fechorías, pero una misteriosa llamada proveniente de una ex legisladora provincial fue suficiente para que lo liberaran.
Federico G. A. Zamudio