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Crónica trunca del 24M

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Por: Marciano Bolten.

A las ocho y media llamo para preguntar si estaban yendo al parque y me responden: “No Marciano, tarde chamigo ya hicimos todo pronto”, a lo que apurado les digo que el cronograma decía otra cosa pero si aún estaban para sacar unas fotos y hacerles unas preguntas me acercaba, “y acá estamos todavía, acá está José hace rato hablándole al intendente, si sigue así lo convence para que se haga comunista -se ríe-, venite sí, quedamos todavía”.

El cronograma para hoy dictaba ocho de la mañana izamiento de la bandera , en el mástil principal de la ciudad -no llegué-, nueve acto en el parque Mitre sobre calle Adresito con once árboles con sus respectivas placas y a las diez recorrida por el barrio donde sus calles llevan los nombres de los once detenidos desaparecidos en la última dictadura militar oriundos de nuestra ciudad. Entre la suba exponencial de casos, la conferencia fue acordada para las once por parte del equipo epidemiológico de la ciudad, por lo que el acto se tuvo que acomodar.

Once árboles con sus respectivas placas colocados en ‘u’, dos bancos y un faro constituyen a partir de hoy el Paseo de la Memoria de la ciudad, más os árboles que la Biblioteca Popular Cuatiá Renda hará en su institución a las 18hs. En consonancia con la propuesta de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo un árbol por cada desaparecido nuestro haciendo hincapié en el ecocidio que estamos viviendo en todo el territorio nacional y con la premisa de no generar aglomerados.

Para las nueve va cayendo la gente, entre ellos un hombre alto, canoso, frente corta y lentes espesos haciendo que sus ojos claros sean dos bochonas que descansaban sobre el filo de su tapabocas. De andar sereno. Recorre uno por uno las placas hasta que se queda en uno y asienta con la cabeza.

De su costado sale un grito “¡ahí, esa es la placa de tu hermano!”, al escuchar se ríe, se le nota en las arrugas que quedan entre el barbijo, su patilla color ceniza y las patas de su anteojo. “¡Qué hacés Negro!”, se quedan a un metro, el Negro Vázquez hacía unos minutos contaba a Pichi y a Ovando -ambos hacía ratito habían llegado- que quien estaba en esa placa compartió calabozo con él en una comisaría de Moreno y acongojado dice “el era combatiente y yo un militante tal vez por eso safé, después de eso no lo ví mas” cuando lo ve al flaco que quedó cerca.

Julio sentado sobre un árbol como si fuese en una silleta frente al mar es entrevistado por alguna radio. Emma recorre y saluda a todos, se ríe, me cuenta un poco lo que fue correr desde la plaza hasta acá y que tenían que volver a la plaza Belgrano a poner una corona de flores en el monolito a los desaparecidos de Curuzú y que iban a ver como resuelven la visita de las calles. Cuando me acuerdo quedamos el hombre alto, el Pichi y quien suscribe.

“Era nuevito en el trabajo con el tabaco, y en la barraca me enseñaron como enfardar. Cuando voy con la producción que ya la tenía, no me querían aceptar una parte, entonces le dije al flete que deje todo nomás ahí en la entrada, agarré y le prendí fuego todo el tabaco. Entonces me decían que era un extremista, pero escucháme, ¿cómo voy a ser un extremista si ellos hacían lo que querían con el precios y nuestra producción?”, decía el hombre alto de hablar pausado y claro, de cortas palabras pero seguro.

Es Jorge Puntín el supuesto extremista, perugorriano pero que hace años vive en Curuzú, hermano de Rolando Puntín el que aparece en la placa, fue secuestrado, torturado y desaparecido en Misiones. Jorge aclara que su hermano a los 16 años se había ido de la casa familiar y era tractorista, que tiempo después se habían enterado de su militancia y que por una compañera cordobesa detenida se entera como lo estaquearon y luego no se sabe más. Que el también fue detenido y que lo fueron a buscar con toda una comitiva como si fuera un gran criminal.

Que veinte días antes “se lo habían llevado Romero y a Olivo y después fueron de vuelta y trajeron a otro Olivo más chico de la familia te voy a decir y a una Cantero”, cuando lo llevan a él dejan a su compañera con su criatura de cuatro días sola. Que lo llevaron a la comisaría y que luego lo trajeron vendado a Curuzú junto a su cuñada de 15 años en camión militar y que se dio cuenta por las curvas y contra curvas en el camino y porque de refilón alcanzó a ver el pórtico de entrada que lo trajeron acá.

Él estuvo 24 horas, ella acusada de pertenecer al ERP, no alcanzó el desfile de oficiales para que entiendan que su cuñada vivía junto a su mujer y que nada tenía que ver con alguna organización y que era menor. Durante semanas vivió vejaciones, de las picanas que recibió, cuenta Jorge, de grande tuvo cáncer de útero, ahora vive en Corrientes. Que viajó mucho como testigo de su hermano y de sus compoblanos desaparecidos en los distintos juicios.

Cuando me doy vuelta sólo quedábamos los tres, nos despedimos y a los gritos dice Jorge “¡Hoy nicó -expresión de ‘encima’- es mi cumpleaños! – ¡¿Cuántos? – ¡71 pirulos!”. En ese ínterin una familia atraviesa el parque y uno de los niños iba saltando de árbol en árbol hasta que queda leyendo una placa.

Esta es sólo una historia de las tantas silenciadas.

Por todos los compañeros desaparecidos PRESENTES, AHORA Y SIEMPRE.

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