Cuando comenzó la pandemia los científicos aseguraban que las posibilidades de que la gente joven se contagiara eran muy bajas, o que si lo hacían serían asintomáticos. Incluso, ese aire de invulnerabilidad, convenció a la juventud de que podía infringir, impunemente, el protocolo sanitario.
Con el tiempo la franja etaria afectada comenzó a bajar y, a pesar de que eran poco frecuentes, aparecían con síntomas y, en algunos casos, mortales (los menos). Por ejemplo el caso de un bebé recién nacido, una joven madre tras el parto, o adolescentes con enfermedades de base (comorbilidad). Las pérdidas en esta área eran pocas, pero dolorosas. “Cuando muere un niño desaparece la esperanza”, dice una canción popular.
En EE.UU. detectaron 121 fallecimientos de jóvenes menores de 21 años. En Europa la víctima más joven tenía 12. En Chile hubo 123. En líneas generales no se ponen de acuerdo y se habla de que afecta a 10 adolescentes de cada 100 o a 5 de cada 100, y según los datos estadísticos puede haber un 5,3% de fatalidades correspondientes a menores de 20 años. Lo cierto es que -lamentablemente- también fallecen por el coronavirus o a consecuencia de él, y esto se ve reflejado con demasiada asiduidad en el mundo. Nuestro país no está ajeno a esto, y algunos marcan que el 12,47% son menores de 19 años.
Casos recientes, por mencionar dos, son el de Villa María el 11 de junio, cuando falleció una chica de 16 años, con problemas de obesidad, en el hospital regional de La Cruz, y se convirtió en el quinto deceso de un menor en Córdoba. En Corrientes, también con esa edad, falleció Naim Soledad, pero a consecuencia de las secuelas que le dejó el coronavirus cuando lo padeció. El informe describe que no tenía comorbilidades.
Concientizar a los jóvenes es una tarea compartida entre el Estado y las familias, y en algún momento las autoridades deben hacer una evaluación de lo hecho o un mea culpa y comenzar a prepararse para los eventos. Aclaro que, a pesar de que muchos lo creen, los eventos no son fiestas, no se pueden organizar ni preparar, son como una tormenta, un cataclismo o que empiecen a morir adolescentes; y, aunque haya entidades que se encargan milagrosamente de organizarlos, según la Biblia solo Dios pudo: el diluvio universal, Sodoma y Gomorra y -probablemente- esta pandemia.
Federico G. A. Zamudio