En medio de las luchas internas de las clases partidarias, con argumentos en pro y en contra de cada idea, sabiendo que a veces las decisiones se toman esgrimiendo la letra de la Ley y luego las acciones bordean la ilegalidad, se desarrolla un momento histórico en la Argentina, las primeras elecciones que se realizan sufriendo una pandemia que roza la catástrofe.
Un gobernador, cuya principal preocupación debe ser la salud de sus gobernados, debe mantener el compromiso sanitario en una línea férrea y no ceder ante las presiones de su entorno, no tiene que tener una conducta dirigencial ciclotímica y borrar con el codo lo que su mano escribe.
Con una cifra escalofriante, que se aproxima a los 4 millones de muertos a nivel mundial, de los cuales casi 80 mil le corresponden a nuestro país, y en Corrientes se acercan a mil; todavía hay gobernantes que desatienden los fatídicos números y se emperran en realizar los comicios (dejando entrar a votar a los convalecientes de coronavirus), además de promover el regreso a las clases presenciales y convocar a los habitantes para realizar actos públicos.
Los ejemplos contradictorios cunden y bastan pocas muestras: mandatarios que cerraron sus fronteras y la oposición los acusó de violar sus derechos civiles; hay otros que dieron subsidios y fueron acusados de dar poco y de mantener vagos subsidiados; y más ejemplos que no entrarían en este espacio.
Aunque hay uno que es digno de mención: el sitio del Gobierno para inscribirse en la campaña de vacunación; si tiene un proceso de actualización automático, no funciona; se puede ver como gente que perdió el turno no puede volver a inscribirse (no hay una opción que diga: Perdí el turno, por más que en el Twitter del Gobierno digan que sí) y la página le sigue dando cita para el mes pasado y otros fueron vacunados y nunca los inscribieron como tales. Es difícil creer que de los 40.000 empleados públicos no haya ninguno que sea capaz de actualizar una página web.
La lógica indica que hay que destacar lo bien hecho y criticar lo malo, ya que es sabido que, mientras exista el oficialismo habrá una oposición, pero el arte de quejarse para obtener réditos políticos, sin dudas, forma parte de la idiosincrasia argentina, que es más letal que el covid-19, luchar contra ella es una pelea sangrienta, a oscuras y llena de baches, y no siempre llevamos las de ganar.
Federico G. A. Zamudio